Y duele. Duele querer y no poder. Duele saber que tienes todo para ser feliz y no serlo. Duele estar al alcance de tus sueños y verlos tan lejos. Duele, duele mucho. Duele no ser capaz de expresarle a la gente que quieres lo que te pasa porque ni tú misma lo sabes. Duele ver que te vas consumiendo mientras el tiempo va pasando y que no puedes hacer nada para detenerlo y empezar de nuevo, porque no sabes ni qué paso dar primero. Duele la impotencia, duele la caída y duele ir perdiendo esa esperanza que un día tenías. Duele no quererte, no sentirte amada y anhelar con todo el corazón que ese vacío se llene con abrazos. Duele haber experimentado la felicidad y no sentirla. Duele buscarla y no encontrarla. Duele cada lágrima y cada golpe que ya no sabes si tendrán otro sentido que el de hacerte sufrir de nuevo. Duele perder el propósito. Duele echar de menos, darte cuenta de que ya no tienes lo que un día lo fue todo; y duele decir adiós, despedirse duele mucho.
Por eso para y respira. Si no puedes hoy, igual podrás mañana y si no, tampoco pasa nada. Ahora es tiempo de mimar heridas, de cuidarlas, de sentirlas. Dicen que las cicatrices no duelen, así que pon todas tus fuerzas en hacer que esas heridas sanen bien, a Su tiempo, a Su modo.
Las cicatrices revelan quiénes hemos elegido ser; así que elige luchar un poquito más, solo te pido un pasito más porque sé que puedes, porque sabes que puedes. Nada duele tanto como rendirse por mucho que duela lo que estés pasando.
Pide ayuda, levanta la mirada al cielo y grita todo lo que tu alma esconde o susurra. Suéltalo… suelta las cadenas que te atan, que te esclavizan, que te condenan.
Hay alguien que ya sufrió por ti lo que hoy estás llevando sola.

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